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REPTILIA + ESPANTAPAJARRACOS EN SEVILLA - CRÓNICA DE UNA NOCHE DE MUSIC OUT

Sábado noche, al fin llegó Enero 2020, y allí Prensa Buitre Negro para ver el baile organizado por Music Out Producciones con Espantapajarracos y Reptilia. Una entrada en la escena del rock Sevillano (re-entrada, en verdad) por la puerta grande. Con mucho despliegue escénico, con mucha gente detrás para que cada pequeño detalle nos dejara a los que fuimos sabiendo que la entrega era total, tanto a nivel producción del show, como de esencia: la música.
Abrió, puntualmente, la gente de ESPANTAPAJARRACOS. Una banda con espíritu "cowboy" detrás, con una calidad de sonido complicada de encontrar y con mucha cercanía con la gente. Comenzaron a sacudir a la gente desde el primer minuto, aquí no hubo tiempo para baladas, se había prometido salvajismo, y ellos estuvieron allí para certificarlo. Abrieron con la eléctrica y poderosa “Pollito mañanero”… sí, suena extraño, pero los sonidos emitidos por la banda, la buena onda y la electricidad, hacen que cada una de las canciones nos hagan mover la cabeza, el cuerpo… La sala comenzaba a llenarse, varios medios estuvimos esa noche porque nos habían prometido leña y profesionalidad, y si el primer plato era el que estábamos viendo, la cosa iba bastante bien. Este tipo de Western Rock, muchas veces, suele caer en saco roto. Parece simple armonizar cada cosa, hacer que las canciones salgan una tras otra como si fuera una gramola… Pero Espantapajarracos tiene un dominio de su fuerza, que lo va soltando tan lentamente, como si nadie se diera cuenta de que, en verdad, son unos músicos gigantes que viven del escenario. Siguieron soltando golpes casi matemáticos, con poco artilugio salvo ellos mismos haciendo reventar cada instrumento y que suene muy bien cuadrado, todos a una y fluyendo con la locura que de a poco fue envolviendo a la gente y se los llevaron al bote. “Pistolero hijo de puta” “Abrevadero de Whisky”  (increíble canción) y el
cierre con “Donde picó el pollo” demostraron que era una banda que ponía el listón altísimo para comenzar la noche. A tal punto que casi en el final del set el vocalista se bajó a arengar a la gente, bailar y agitar. Si nos dejamos llevar por estilos, por locura e interacción, la camiseta que llevaba el cantante de la banda “El lobo en tu puerta”, nos deja pensar que en nuestra propia casa tenemos un puñado de locos que viven la música de una forma que nadie se puede quedar en su sitio, que están ahí para que la gente se ponga loca y cante y baile… una excelente apertura para una noche que tenía profesionalidad ante todo, pero calle y divertimento también. Terminado el set, la sala seguía recibiendo gente, muchos conocidos, mucha gente de la escena que estaba con ganas de ver qué nos iban a entregar.

Tal es así que, de pronto, como hormigas, la gente de REPTILIA y mucho personal de la sala, comenzaron a moverse para sorprender y demostrar de qué iba la cosa. Lentamente fue bajando un telón blanco, algunos minutos (tampoco tanto si tenemos en cuenta lo que iban a entregarnos luego) fueron montando una armadura que luego, lentamente, la banda iría dejando como vestigio de la teatralidad. Ese enorme telón blanco fue la caja de resonancia que funcionó como crisálida de un proyecto oscuro, azul y de un sonido profundo y emotivo.
La apertura nos dejó a solas con la música. Estar viendo fijo un muro de ideas que nos separaba de la banda era un mensaje, una declaración de la banda que parecía decir “Somos música, así sonamos”… 
creo que funcionó. Esa utilización de recursos parece querer ocultar cosas a veces… en este caso, al contrario, intenta realzar algo que está muy encaminado entre un grupo de gente que hace música, y parece haber encontrando el sonido que los identifique, y un concepto artístico, algo que salga del panorama habitual lleno de chaquetas de cuero y maquillaje de ojos en sonidos opacos. Es cierto, la banda parecía estar un poco incómoda, como no conforme del sonido que estaban generando, pero lo que bajaba del escenario era puro, crudo… llevaba fuerza y el público no advirtió en ningún momento defectos o fallos. El infierno escénico estaba aderezado con algunos monitores que parecían dispersos, como un galpón de una fábrica desde la cual sonidos únderground cubrían la Sala Malandar.
Una gigantesca pantalla (me hizo pensar en U2 y Zooropa) enceguecía a los fotógrafos y encandilaba a la gente… Mensajes intermitentes, frases casi subliminales, eran escuderos de las canciones que iban saliendo disparadas una tras otra. Luego de abrir estrenando (o al menos no está registrada en el disco debut “Noviembre”) soltaron “Lisboa” para enganchar con la poderosa “A contraluz”. El despliegue era rápido y muy poderoso. Estaba dividido en dos partes. Una furia aplastante por parte del bajo y la batería, sonando en toda la sala, muy brutos y dinámicos, armonizados por completo con la otra parte: las guitarras. La rítmica daba ese espacio creativo y veloz, dando forma al sonido particular de la banda. Por otra parte, los solos, eran maravillosos, salvajes y con una perfecta sincronización para empujar en esa furia melancólica que la banda transmite.
Fantástico que, además de todo el atrezo que hace de Reptilia una experiencia multi-sensorial, la banda no se haya enroscado a hablar ni a contar nada que no pudiera decir con sus canciones. “Cara o cruz” “Ven hoy” o “Serpiente”, si bien son un concepto musical que forma parte del proyecto, sonaron con más furia todavía. La actitud era de haber estado esperando mostrar de nuevo lo suyo, lo que viene, lo que son. El baterista parecía un animal enjaulado que estaba desesperado por salir a comerse el mundo… la segunda guitarra dejándose arrebatar por todo el escenario, la sala, sonando desde el suelo, mientras el bajista saltaba sobre la batería y la garganta del vocalista echaba cada verso, cada frase, como si fuera la última. Excelente. Si bien el grupo está en una nueva fase de composición, de reformular la existencia de Reptilia en una escena que no suele premiar como se debe a los proyectos novedosos y aplaude más a las repeticiones cascadas y prefabricadas, están en una madurez que los hace un plato fuerte que conjuga varios estilos y llega a la gente. Los pasos de este 2020 los encontrará a punto de conocerse a sí mismos. Cerraron con un par de cañones tirando confeti a la gente, como si no hubiera sido suficiente ya las luces, el sonido y la fuerza que hizo de este concierto una gran experiencia para eliminar el frío de una noche muy invernal.
Si bien, tal vez, la banda no quedó del todo conforme con algunos detalles (muy complicado de montar en tan poco tiempo, y un complejo show de luces+sonido+artilugios+tocar en directo), la gente lo único que percibió fue una locura... O sea, 10 puntos.

Buena entrada a la escena de Music-Out, con un trato excelente a la prensa y un trabajo de difusión que ha sido intenso y muy bien orquestado. Lo mejor, mientras la banda comenzaba a recoger los equipos y desmontar el escenario, la peña se fue agotada, con cara de haber utilizado mucho esa pequeña parte del cerebro donde dicen se encuentra el artefacto que nos permite disfrutar de la música, que está muy cerca a la parte que libera endorfinas y, entre ambas, son el receptáculo del alma… Y no se crean que todos pueden hacer celebrar a más de un centenar de personas… eso se consigue con un mapa del alma, y Reptilia sabe cómo llegar hasta esa zona: los que amamos la música.


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