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REPTILIA - Ensayo de una noche fría de noviembre sobre una banda de sangre caliente

Las bandas de Rock inconformistas no hacen música para sí mismas, tampoco para las radios o, mejor dicho hoy en día, para las REDES SOCIALES. Lo hacen como declaración de principios, de guerra… Podrías decir que no es lo mismo… pero en tu fuero interno sabrás que sí. La contradicción es la base que mueve el arte hacia lugares insospechados. Y REPTILIA sabe mucho de eso. Vamos a omitir un poco la historia para centrarnos en el presente, en el momento inmediato que vive el grupo.
Con un espectáculo a la vista (11 de enero, Sala Malandar, Sevilla) conviene centrarnos en la inconformidad (de nuevo) con un sonido que tiene tramos extremos, composiciones hechas con el corazón primero, para luego dejar que la cabeza se ocupe de desplegarlo y producirlo.
Hablando con los músicos, dos de los pilares fundacionales, me he encontrado con esas infinitas controversias por llegar a lo mismo: contundencia y un sonido que te arrastre, te envuelva y te lleve con ellos hasta el fondo de su propio espíritu… que no es otra cosa que un fuego blanco. Con muchos años entrevistando músicos y bandas, me encuentro con que, los mejores, son los que nunca están conformes con su primer disco, y de ahí en adelante se encadenan en una lucha casi demoníaca por, justamente, poder acercarte apenas a lo que llevan dentro, y que si no lo sacan puede matarlos. Por suerte uno, que no es músico, escucha y atiende lo que le dicen que desearon y lo que obtuvieron… Pero luego, en soledad, se remite a la música y no atiende a sus razones. El disco “Noviembre”, editado en 2018, es una experiencia que te hace pasear por varios estados de ánimo. Completamente sumergido en esa lluvia helada. Suena bien, complejo y con una buena gama de colores. Predomina un azul pálido… Hablar de canciones utilizando colores es entrar en una sinestesia llevado, como dije, por la banda. “Ven y acércate ahora una vez más // para olvidarnos de entender // que no hay sol en tu soledad// ni tiempo en lo que pudo ser”  Así comienza “Ven Hoy”, algo que me refleja la personalidad del grupo, comenzando tranquilo, pero dejando entender que algo puede estallar muy pronto.
El concepto motriz es muy complejo, cada uno con sus influencias, sus roles creativos acompasados se van superponiendo en cada sección que los ocupe. No es el mismo pensamiento el del batería que el de guitarra, ni de cerca… Pero el objetivo es el mismo. Cada uno con sus influencias, sus rollos, han conseguido un sonido específico que puede ser Marca Registrada.

Hay algo sónico, una suerte de avalancha que te cae encima. No hay referencias para que puedas hacerte una idea, y eso es lo más llamativo del grupo. Va dando un paso tras otro, y ahora, el más lógico es volver a tocar para mostrar su música. Reptilia sale de nuevo a las calles, a gritar su nombre, a los escenarios. Su hábitat natural, donde quiere estar y no bajarse. Y parte de su espíritu se muestra incapaz de quedarse en tocar y listo. Hay un despliegue escénico que busca jugar con las emociones y entregar al público una experiencia “multi-sensorial”… Suena arriesgado, suena comprometido, pero es la intención primaria del proyecto.
Los que forman Reptilia tienen la experiencia necesaria para poder encarar el desafío de querer hacer “ruido” para entrar en la escena… Pero no a cualquier precio, uno de los puntos que más suele conectar con las bandas es el idioma… Y al cantar en español el riesgo es mucho más palpable, porque además de la intensidad de la música, el mensaje sí que es importante. La poesía de Reptilia en Noviembre juega con lugares concretos, dando saltos atípicos entre metafísica y un último tren. Ironía, sarcasmo y sentimiento para celebrar la fuerza que motiva un trabajo que resulta acercarte dentro, de nuevo, de una luz que resuma cierta oscuridad, cierta melancolía y las ganas de estallar y dejarlo todo de lado.
Casualidades del destino, un frío martes de noviembre, lluvioso (en Sevilla esto es mucho decir) es cuando tenemos la charla que motiva esta “reseña” de la banda… el cartel del disco, de fondo, me hace sentir cómodo, intentando poner cara a un puñado de canciones que no pueden etiquetarse. Lo de poner nombre a todo lo que ocurre es un castigo para los que escribimos, pero más un insulto para las bandas.
Canciones como Animal, Las Sirenas bailan o El último autobús, no merecen ser descritas con referencias a otras bandas, se juntan como leves brisas que van tomando forma de tormenta y tempestad, que son la punta de lanza de un grupo de personas que no están en la música para dar una imagen equivocada, si no la real, la que los mete a ensayar y probar nuevas maneras de evolucionar. Por suerte me transmiten que si bien todo cuesta en el mundo de la música, no significa que todo esté a la venta.
El show del 2020, 11 de enero en la Sala Malandar junto a la banda Espantapajarracos, los pondrá de nuevo en la carretera, cerca de su gente, de gente nueva, para entregarles un ritual que es el paso más lógico que se le ocurre a Reptilia, salir a mostrar lo nuevo, de ellos, a la hora de sonar… ¿El próximo paso como banda? Dicen que ya lo verán cuando den este concierto… pero, sé, que ya lo tienen en su cabeza… Se envuelven en ese halo de misterio que tan bien se percibe en su esencia básica…

Click para escuchar el disco "Noviembre"






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