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Según un comunicado conjunto de las tres exmiembros, difundido en las redes, acusan al management de tomar decisiones unilaterales, romper promesas, manipular, maltratar y mentir tanto a las artistas como a los fans. Afirman que quien controla actualmente el proyecto no es un músico, sino alguien que ha convertido la banda en una “marca” donde las personas son “desechables”:
“Él convirtió una banda en una marca, y a las personas en piezas desechables. Traicionó a los artistas, sus socios y los fans.”
“Durante las giras vimos decisiones unilaterales, promesas rotas, manipulación, maltrato y mentiras hacia los fans.”
“Las redes sociales con el nombre ‘Official Dogma’ ya no representan a la verdadera banda ni lo que defendemos.”
Además, acusan que las máscaras (parte de su característico look) han dejado de ser una forma simbólica de proteger su identidad para convertirse en un reemplazo de las personas reales detrás de ellas.
Otra denuncia fuerte viene por parte de Rusalka, que afirma que el equipo de gestión no garantizó los visados adecuados durante una gira por EE.UU., lo que los obligó a regresar a su país sin resolver la situación.
Por si fuera poco, la guitarrista Amber Maldonado denuncia que incluso se le pidió seguir guiones generados por IA durante entrevistas, en lugar de expresarse con libertad: “me hicieron seguir páginas de ‘AI word-salad’ que yo debía replicar” dijo en su comunicado.
Según su versión, el proyecto siempre ha sido dinámico (“cambio es parte de nuestro crecimiento”) y agradecen a todas las integrantes pasadas por su contribución.
Lo que trasciende de la polémica no es simplemente un relevo en la formación, sino una disputa profunda sobre la identidad de Dogma:
Dogma publicó su álbum debut homónimo en 2023 bajo el sello MNRK Heavy.
Hasta ahora, se han apoyado en giras internacionales, lo que indica que la banda tenía ambición comercial y un plan artístico serio.
No obstante, el conflicto actual genera dudas sobre su viabilidad futura: su promotor en Australia ha pospuesto conciertos citando que quieren “promover la banda que creíamos que íbamos a recibir”.
La exigencia de las exmiembros para que haya transparencia y posibles reembolsos sugiere que su marcha no va a ser un simple cambio de alineación sino una crisis de confianza con los fans.
La controversia arroja luz sobre algo clásico en muchas bandas con concepto teatral: la delgada línea entre espectáculo y contenido real.
Por un lado, la denuncia no se centra en “eran falsos músicos”: las exmiembros no dicen que no sabían tocar, sino que su trabajo no era valorado más allá del branding.
Por otro, algunos críticos (o fans) ya se preguntan si el proyecto ha sido diseñado más como una marca de espectáculo que como un colectivo artístico genuino. Una fuente incluso afirma que las máscaras se están usando "no para proteger identidad, sino para reemplazar personas".
En redes de fans ha habido reacciones muy duras: algunos creen que, habiendo cambiado tanto la formación, la química original se ha perdido. > “No creo que vuelvan a alcanzar la popularidad que tenían, esto ha sido un desastre de relaciones públicas.”
Otros intentan relativizar: aseguran que estas dinámicas (cambios de miembros, gestión dura) son más comunes de lo que parece en proyectos “producidos” con fuerte componente visual.
A diferencia de Slipknot, donde muchos miembros han contribuido a la composición y tienen peso artístico, aquí las exmiembros de Dogma denuncian poca voz en la gestión real del proyecto.
En el mundo del metal conceptual también hay otros casos: bandas cuyo fundador tiene un control total sobre la marca y va rotando miembros según sus necesidades. Eso no es intrínsecamente negativo, pero se vuelve problemático cuando las artistas sienten que han sido explotadas.
Riesgos reales:
Pérdida de credibilidad entre sus fans más fieles, que se sienten traicionados por lo que consideran un cambio de alma del proyecto.
Problemas de logística: ya hay promotores que han cancelado o pospuesto conciertos.
Dificultades para reclutar nuevas integrantes con talento y motivación si aparece la imagen de un proyecto demasiado “corporativo”.
Posibilidades:
Dogma podría reinventarse si su dirección aclara su visión (música, estética, valores) y logra restablecer la confianza con su base de seguidores.
Si las nuevas integrantes son talentosas y comprometidas, podrían dar nueva vida al proyecto, aunque con otra identidad quizás más transparente.
El escándalo también puede servir como revulsivo: la atención mediática puede generar debate, más seguidores, y apoyo a las exmiembros para lanzar nuevos proyectos paralelos.
La expulsión de Lilith, Lamia y Rusalka ha puesto en el foco un problema estructural en Dogma: no se trata solo de un cambio de alineación, sino de una crisis de identidad entre lo artístico y lo comercial. Las denuncias apuntan a una gestión que ha priorizado la marca sobre las personas, algo que puede minar la esencia de un proyecto musical tan conceptual como este.
Si Dogma quiere sobrevivir con credibilidad, deberá demostrar que aún es algo más que una puesta en escena: que la música, la creatividad y los ideales que proclamaba no estaban solo para crear merchandising, sino para construir una comunidad auténtica y sólida. El futuro puede pasar por una renovación real o por una caída si no logran reconciliar esas tensiones.
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